VALÈNCIA. Un año sin Anil Murthy en nuestras vidas, un año sin gestitos de flatulento césar romano en el palco de Mestalla, un año sin viajes a Turquía, un año sin bailes en Anoeta. Un año sin dar vergüenza ajena en las zonas vip de los estadios de LaLiga.
Un año sin acusar a la afición de xenofobia, aunque, mira eso ahora lo hacen otros... Un año sin tomarle el pelo a la prensa, costumbre que, sin embargo, dejó enraizada en el club. Un año sin filtrar nombres de futbolistas imposibles para divertirse minutos después con sus compañeros de almuerzo. Un año sin reírse de los aficionados. Un año sin censura en las redes sociales.
Un año sin dar tumbos representando al Valencia CF. Un año sin tambalearse en alguna reunión con empresarios valencianos que invierten en el club. Un año sin salir por la puerta de atrás de los restaurantes caros de la ciudad. Un año sin volcar en el chalet de una bodega valenciana después de una visita de cortesía. Un año negro, en cambio, para la hostelería valenciana.
Se marchó Murthy y volvió Layhoon Chan. Las fanfarrias del club y sus juglares hablaron de una nueva etapa. Meriton había aprendido de sus errores. Eso decían.
Nueve meses con la primera dama de Meriton. Pero, realmente, ¿qué ha cambiado sin Anil? Menos grados, y no hablo de temperatura ambiente, menos crispación, menos censura, más pelo natural, más educación y menos almuerzos. Porque Layhoon no va a La Deportiva. El resto, las cuestiones de calado, siguen igual.
Sombra aquí, sombra allá
Maquíllate, maquíllate
Un espejo de cristal
Y mírate y mírate
Peter Lim llegó en 2014 al Valencia CF con grandes promesas para reflotar el club. Han pasado diez años y aquellos sueños de grandeza no solo han quedado desdibujados, sino que se han traducido en desilusión y en malestar por parte de una afición cada vez más harta de la situación
