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Ferraz y PSPV: cuestión de prioridades

JORGE GALINDO ALFONSO (*). 21/05/2011

VALENCIA. El PSOE es un partido que se organiza de una forma notablemente distinta a como lo hace su principal rival, el PP. Mientras éstos siguen un sistema centralizado de toma de decisiones donde no hay apenas espacio para la gestión de abajo a arriba ni para las aventuras autónomas, aquéllos tienen una estructura federal, no sólo de derecho, sino también de hecho. Las distintas formaciones autonómicas del PSOE tienen una indudable aunque limitada autonomía de Ferraz a la hora de decidir candidatos, puestos de primera línea, y programa. Insisto, siempre dentro de unos márgenes, férreamente marcados desde Madrid.

Además, la dirección nacional se preocupa y está más encima de unas federaciones que de otras. Suele descartar aquellas de las que no espera sorpresas, positivas o negativas. En nuestra tierra nadie pone demasiada esperanza, ni dentro ni fuera del Partido Socialista, así que los esfuerzos se dirigen a otros lugares. Ahora, para salvar los muebles de la quema que pronostican las encuestas.

Por otra parte, la división interna casi endémica que sufren los socialistas valencianos hace que ni siquiera sean muy capaces de coordinar posturas de manera coherente en el tiempo, existiendo movimientos pendulares en pocos años, ni en el espacio, con voces discordantes entre los diferentes líderes y cabezas visibles.

Todo esto hace pensar si realmente debemos fijarnos en las desavenencias entre PSPV y PSOE, o más bien lo tenemos que abordar son las disensiones en el seno del PSPV que, en algún momento, entran en conflicto con el criterio más o menos unificado de Ferraz en una materia concreta.

Por ejemplo, la kafkiana situación de la candidatura a Benidorm, provocada esencialmente por problemas internos de un grupo municipal siempre conflictivo (y el hecho de que Benidorm sea una de las localidades más importantes para la construcción en la costa mediterránea no es ajeno a esta situación). En este caso se mezcló el criterio político y los intereses con tintes personales personales de una de las figuras del PSOE nacional, Leire Pajín. La entonces Secretaria de Organización decidió no solo omitir los criterios y las necesidades de Blanquerías, sino también las de sus antecesores, para hacer lo que ella creía adecuado.

Y es que pareciera que el PSOE tiene en muy poca consideración lo que con sus actos o declaraciones puede perjudicar al PSPV, esencialmente porque, como decimos, no confía en obtener ningún triunfo a corto plazo en esta región. Desde el Gobierno se aprobó una Ley de Costas que no tenía para nada en cuenta las particularidades de cada una de las zonas costeras en la Península. Ni mucho menos, los problemas que esta norma podía ocasionar al voto socialista en la Comunitat. Como consecuencia, y no sin tribulaciones causadas por las duras acusaciones del PPCV, Alarte tuvo que posicionarse en contra del Gobierno central y al lado de "los intereses valencianos", provocando que el entonces Delegado del Gobierno en Valencia, Ricardo Peralta, anunciase que "tomaba nota" de la actitud, como quien lanza una amenaza.

La propia figura de Peralta ha sido otro motivo de desencuentro indirecto entre Blanquerías y Ferraz. Su supuesto rol es el de correa de transmisión entre los Gobiernos nacional y autonómico, pero acabó por convertirse en un punto de fricción que no contentaba a nadie, y mucho menos al PSPV. La gota que colmó el vaso fue la actitud de la Policía durante las manifestaciones contra los derribos del Cabanyal, donde hasta los políticos de su propio partido fueron desalojados a rastras por la policía.

El Cabanyal es, de hecho, otro ejemplo perfecto de situación en la cual el PSOE establece un criterio determinado, y el PSPV acaba por no aclararse durante su gestión por problemas internos. En este caso, fue el Ministerio de Cultura quien paralizó el plan del Ayuntamiento. En un primer momento, con Carmen Alborch (recordemos, ex ministra de Cultura) al frente, la alineación con los criterios gubernamentales fue total. Pero nada más dimitir ésta y llegar Joan Calabuig a la cabeza de lista, los bandazos comenzaron. De repente, el nuevo candidato habló de "solución consensuada", con lo que Madrid no sabía exactamente qué cara poner, con perdón de la frase hecha, tras haber paralizado las obras de prolongación.

Y estos solo son algunos de los ejemplos más recientes. El agua es otro tema clásico, pero más global y complejo, donde han entrado en juego los conflictos entre autonomías, porque los ríos, cabezones ellos, no respetan las fronteras administrativas.

En cualquier caso, siempre que el PSPV y el PSOE entran en contacto hay un punto de desacuerdo interno de los valencianos que complica la relación con Madrid, quien solo se preocupa de hacer política en clave nacional y para algunas Comunidades Autónomas que considera necesario priorizar. Así, Pepe Blanco apoyaría aparentemente a Alarte no tanto porque ponga en él esperanzas de victoria a medio plazo, sino para mantener el fuerte tranquilo, al menos hasta que pase la debacle del 22M y se dilucide quién gobernará el PSOE en 2012. Mientras, los socialistas abundan en su propia incoherencia.

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(*) Jorge Galindo Alfonso es sociólogo

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