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opinión

Prendamos fuego al Valencia

Este grupo de jugadores es tan frágil que equivocar el destinatario de los reproches lo condenaría definitivamente. Está tan mal ensamblado que creer que cambiará repentinamente, por completo y despuntará a la de ya es creer en milagros. El riesgo de confundir la parte por el todo...

11/11/2016 - 

VALENCIA. El viernes pasado Layhoon realizó su mejor intervención desde que es presidenta del Valencia. A muchos les pareció dubitativa, inexacta, poco ilusionante, decaída. Eso es, así fue. Por eso resultó también su mejor parlamento desde que la conocemos. El mejor porque estuvo más cercano que nunca a la verdad. Los artificios y la dulcificación falseadora se hicieron a un lado. La falta de objetivos, de instrumentos y de ambiciones que desprendían de sus palabras desnudó al rey. Las excusas y justificaciones por primera vez superaron cuantiosamente a las promesas. Una exclamación de impotencia como no les habíamos escuchado. También la consolidación de una idea nueva: ‘de un mejor Valencia con Meriton’ a ‘el Valencia a pesar de Meriton’; jamás estos propietarios resultaron más ajenos que ahora.

Bien, lo fácil ante todo eso es descargar andanadas de rabia y adrenalina, prender fuego al club -figuradamente, eh, que ya nos conocemos-, enmienda a la totalidad del proyecto, sucumbir ante la tentación de que ya se que se va contra Lim se vaya contra el equipo, ser martillo castigador y reprender al equipo cada vez que no brilla como debería (esto, es cada partido).

Eso es lo sencillo. Lo conveniente es todo lo contrario. La madurez de una afición tiene mucho que ver con diagnosticar los focos del problema. El valencianismo ha demostrado ya su capacidad para estar vapuleando a los de arriba y arropando a los de abajo. 

Este grupo de jugadores es tan frágil que equivocar el destinatario de los reproches lo condenaría definitivamente. Está tan mal ensamblado que creer que cambiará repentinamente, por completo y despuntará a la de ya es creer en milagros. El riesgo de confundir la parte por el todo.

Inmerso en un intento de pretemporada tras un primer mal conato de pretemporada, y teniendo que efectuar maniobras decisivas a velocidad competitiva de crucero (esto es, a un punto del descenso), lo último que necesitaría este grupo es verse acosado. 

La contención y el modo zen es bien complicada cuando desde la cúpula solo se desprende desconcierto y criterios magufos para gestionar un club de fútbol -la junta de accionistas resultó una dolorosa descripción de los solos que se han quedado estos dirigentes-, pero estos jugadores que saltan al campo llevan colgando al cuello el cartel de ‘No molesten: estamos construyendo un equipo… o al menos intentándolo’. La histeria es el último de los condimentos que necesitan. Sin que sirva de precedente, es la hora de intentarlo y darle tiempo y comprensión a un entrenador presumiblemente válido que tiene muchos socavones que cubrir. 

Es demasiado pronto, queda demasiada Liga.

Si por querer cargarse a una propiedad quieren cargarse la posibilidad de un equipo, mal favor nos haremos todos. 

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