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opinión

Otro logro: la plantilla que no luchó por Voro

Un nuevo logro de la plantilla de jugadores andorreadores del Valencia Club de Fútbol. Una vez ya salvados -Diego Alves no entiende cómo la ciudad no hace un pasacalles para celebrarlo recorriendo el anillo ciclista- los futbolistas han abastado otro éxito: no luchar por Voro...

28/04/2017 - 

VALENCIA. Un nuevo logro de la plantilla de jugadores andorreadores del Valencia Club de Fútbol. Una vez ya salvados -Diego Alves no entiende cómo la ciudad no hace un pasacalles para celebrarlo recorriendo el anillo ciclista- los futbolistas han abastado otro éxito: no luchar por Voro. 

Las palabras sencillas y tiernas del vestuario a favor del hombre de la casa, del entrenador institucional, de uno de los nuestros y tal y cual, solo eran eso: palabrería de baratija.

La falta de vigor y de valentía de la escuadra VCF no se manifiesta solo en los campos, también en sus traiciones. Ni tan siquiera han guardado el honor de dedicarle a Voro un final de campaña lo suficientemente digno como para ofrecerle posibilidades de continuidad. Si Voro era la apuesta del vestuario, qué flojo han apostado. 

Ay ingenuidad la de aquellos que pensaban que el mayor riesgo si seguía Voro como entrenador la próxima temporada era que desapareciera la competitividad una vez alejada la presión de asegurar la permanencia. La sospecha de que Voro aguantaba al equipo en base a su provisionalidad. Gracias a esta colla de hombres aquello ya no es una suposición. Han decidido hacernos spoiler. Han decidido adelantar lo que sería, con todos ellos, la próxima temporada. 

Un grupo más dado a la conspiranoia (miren al capitán Alves, más pendiente de despreciar que de liderar) que a salvaguardar el honor. La postemporada, como la posverdad, está repleta de mentiras. No son capaces ni de partirse la cara por el entrenador que les ha dignificado. 

Las promesas de alguno de los voceros del grupos sobre la idoneidad de Voro para ser entrenador permanente han quedado rebajadas a las del gandul que por falta de compromiso acaba desfalleciendo por pura pereza.

¿Es un vestuario tóxico? No lo creo. Tendemos a cargarle un plus de peligrosidad a todos los vestuarios propios. Pero en este caso es algo peor a la toxicidad: la modorra, la fragmentación, la imposibilidad de partirse la cara por causas propias. Los casos aislados de tipos como Mangala, Zaza, Mina o Soler, esforzados en cambiar el sino, son eso, aislados, poco ante la tiranía de la contemporización de esfuerzos, un hilo desde donde tejer lo próximo. 

Por eso no bastará con un entrenador exigente. Si cambia el entrenador pero nada (más) cambia, quedará sepultado bajo las mismas prácticas nocivas. Este vestuario es producto de un club dirigido desde la complacencia y la falta de hervor.

Hace demasiados años -antes incluso de la llegada del meritonismo- que ser futbolista del Valencia es muy cómodo, es muy barato (aunque cueste muy caro). El ruido ambiental les guarece de la exigencia. Hay costumbre de perder.

Antes incluso que al entrenador, la prioridad es cambiar el hábito. Es cierto que hay entrenadores, muy pocos, capaces de transformar clubes bajo la modorra. 

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