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opinión

El cambio climático. Ya hace más Sol(er)

Exijamos desde ya medidas preventivas antes de que pase. Antes que se acaben las flores, las lechugas y el jamón. Paremos el cambio climático al que va camino de lanzarse este Valencia. Y confiemos, con mesura, del Sol(er) de invierno...

25/01/2017 - 

VALENCIA. Les escribo esto con la temperatura subida. Y no por la emoción suscitada por aquello de tres partidos seguidos en Liga sin perder, sino porque esos bichitos que no se ven han decidido ocupar mi cuerpo sin permiso, manteniéndome postrado y dopado a casi partes iguales. Tratando de recuperar la dignidad del que se siente enfermo y vulnerable. Y aún así, me he enchufado en diferido el partido del sábado para constatar lo que los colaboradores de este periódico dejaron escrito el domingo. Que esto ya es otra cosa. Que el corporativismo es lo que va a hacer salir al equipo de esas posiciones incomodas que imaginamos naranjas. Y que la cosa tiene otra pinta en el verde. Incluso ya ven, cuando toca palo, da en el palo para dejar la portería a cero. La suerte de cara. Como en tiempos inmemoriales, oigan.

Pero igual esto es como la Malvarrosa destrozada, queridos. La tormenta perfecta, y esporádica, que tapa los defectos reales del club. Y no. De entre todas las cosas que surgen cuando la crisis se instala en un equipo, la irrupción de canteranos es el brote verde que alimenta al aficionado. Y que casi todo lo cubre. Nadie se acuerda de la cantera hasta que se le ven las orejas al lobo. Este axioma es casi tan certero como que para escribir una buena canción hay que estar roto por dentro. Antes, en el pozo, se llenaban las alineaciones de imberbes apenas reconocibles y ahora son chavales, imberbes igual, con números más de NBA que de liga de fútbol. Y en eso, hasta Soler es diferente.

Ha conseguido el bueno de Carlos endulzar un tránsito que se antojaba difícil de tragar. En medio de la tormenta. Con el temporal comiéndose los chiringuitos donde usted, y espero que yo, nos tomaremos el merecido descanso abordando por la tele. Con comentaristas aguantando las inclemencias. Y en la radio, papel o pantalla, más tormenta aún. Con vacíos de poder. O más bien, con usurpaciones del mismo. Por aquello de la ausencia. Ya saben. Y Voro, como buen marino, aprovechando el vendaval, girando la vela a favor. Cerrando filas. En el vestuario y en el campo. Recogíditos. Sin florituras innecesarias. Y dando a Soler el espaldarazo casi definitivo para ser el jugador que va a guiar al equipo en esta segunda vuelta. Toda una declaración de intenciones el ponerlo enfrente de Trigueros y Bruno, dos jugadores como dos copas de pino. Y no arrugarse el chaval. Incluso marcando. Desde atrás. En plan box-to-box. Como hacía el entrenador del Rayo cuando jugaba. Y los detalles. Siempre los malditos detalles. Ver a Cancelo descoser el balón de un patadón es, a veces, un guitarrazo de rock en toda la oreja. Sí, Cancelo. Ese al que todos dan por vendido y que muchas veces su soberbia futbolística ha puesto en más de un problema a sus compañeros de zaga. Y seguimos pensando que son una panda. Porque lo son. Porque lo han demostrado. Pero son panda estos y todos los vestuarios sin una vara de mando clara. Que no siempre ha de ser el palo. La zanahoria también vale. Pero es muy difícil mantener los egos quietos y los rendimientos altos si el club es una casa de locos. Y esta visto que la sensatez de Voro ha supuesto un avance con respecto al grupo. Da gusto ver a Mina o a Munir correr con el cuchillo entre los dientes. Y más gusto da el que hayan podido comprobar que ese esfuerzo tiene recompensa. El achique de Mina en el segundo gol, lío de Asenjo a parte, es toda una constatación palpable de aquello tan sobado de la cultura del esfuerzo. Este club se ha hecho grande y ha tocado chapa cuando nadie se ha creído más que nadie. Cuando todos los remos van en la misma dirección. Nunca los díscolos han sido bien recibidos. Incluso hasta parece que Nani ha entendido esto.

Pero estas tormentas, perfectas, son la antesala de lo que viene. El verdadero cambio climático. Estamos a una semana escasa de acabar el mercado de enero y les recuerdo que el anterior entrenador pedía un puñado de refuerzos. Del que solo ha venido Zaza. Y aunque parece que la vida es de otro color, no lanzemos las campañas al vuelo ni atemos perros con longanizas. Ya he oído que vamos a jugar Europa League. Así, sin medida. No estaba muerto, estaba de parranda. Claro. Y el cambio climático está ahí. Que no les engañen. Vienen vacas flacas. Sequía, lluvias torrenciales casi sin avisar, medidas desesperadas basadas en la improvisación y gurús, o profetas, que nos indican que no, que el fin del mundo no se acerca. Cuando antes decían justo lo contrario. Y les recuerdo que nos lo estamos jugando todo a la carta de un veinteañero jugador y un veinteañero entrenador. Ahí es nada, caballeros.

Exijamos desde ya medidas preventivas antes de que pase. Antes que se acaben las flores, las lechugas y el jamón. Paremos el cambio climático al que va camino de lanzarse este Valencia. Y confiemos, con mesura, del Sol(er) de invierno.

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