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opinión

Amigo Draper

Draper quiere vender una sorpresa, algo nuevo, emocionante. Un poder refrescante que emerge de sus cenizas. Podríamos discutir si es un buen planteamiento o no. Pero tiene problemas mayores...

14/10/2015 - 

VALENCIA. Habló Peter - el otro Peter del Valencia - en un almuerzo con la prensa, y el mundo le escuchó con atención. Esa clase de encuentros, tan habituales en otros lares y tan escasos en estos que se elevan a la categoría de fenómeno, son un bien que debería usar más a menudo el club. Rara vez un director de marketing ha bajado al fango a explicar las cosas a los profanos en la materia. Que suelen ser esos medios que preguntan a entrenadores con título si se remata más jugando con dos delanteros que con uno.

Pero en realidad, Draper no dijo más que la tierra gira alrededor del sol. Básicamente es lo que ha dicho siempre que habló. Esto no es una crítica. Es un lagrimón al ver que por fin un responsable del área dice cosas coherentes.

Habló de crear un relato, una historia que vender. Algo fundamental. Algunos venden la excelencia y se asocian con marcas que tienen sus mismos valores. Otros, como el Dortmund, vende una emoción, un estadio lleno, una fidelidad a prueba de bombas, un club sujetado por su gente. Echte Liebe es su lema (verdadero amor) y le ha dado muy buenos resultados en el mercado.

Draper quiere vender una sorpresa, algo nuevo, emocionante. Un poder refrescante que emerge de sus cenizas. Podríamos discutir si es un buen planteamiento o no. Pero tiene problemas mayores. Y es acabar con el verdadero relato que pasea el Valencia por el mundo: El de la ruina, la corrupción y la esquizofrenia.

Son asuntos de los que hablé en el pasado. En las anteriores aventuras europeas, en los periódicos de los países que visitaba el club para jugar, no se mencionaba si Soldado estaba en racha o si Ricardo Costa arrastraba molestias.

Se ilustraban páginas enteras con un donut de cemento, se hablaba de un equipo arruinado y de jugadores en fuga. De los bolsos de Rita y de la convivencia del corrupto poder político con el club. Esa es la imagen internacional que ha estado vendiendo el Valencia durante los últimos diez años. Y lo ha sido porque nadie jamás se molestó en contrarrestarla. Así que cualquier relato es bueno con tal de romper el existente.

Pero nos han dicho mucho más, como ese sainete de afición pitona y caprichosa. Volátil e inestable. El último episodio llenó la prensa anglosajona de mensajes como este: "Are there worse fans than Valencia's?" La fama de anti-fans que arrastra Mestalla es amplia y no es una cuestión sólo de Madrid, alcanzó el ámbito mundial en tiempos de Emery.

Por mucho que moleste, o indigne, es una realidad que está ahí. Tatuada en la frente. Lejos de combatirla guardamos silencio. Y ahora tiene colmillos.

Como esa noticia en un medio estadounidense clamando que el grupo H de la Champions es una vergüenza para la competición y que tales equipos no deberían estar en ella. O ese desdén con el que Mangala rechazó venir, o Gaitán afirmó que sólo lo haría si le sepultan en billetes porque no le parece el Valencia mejor que el Benfica.

Tanto a nivel de imagen como deportivamente, la desfeta en el certamen internacional es inconmensurable. Nos han pasado por la derecha arrancándonos las pegatinas. Hay que empezar a reconocerlo.

Tal vez esto les resulte una chorrada. Pero son cuestiones que no son ajenas a las marcas. Que pesan mucho a la hora de firmar un contrato. Porque éstas hacen revistas de prensa y estudios de situación, son recelosas de su imagen y cuidan mucho con quién asociarse para no verse salpicadas. Además, claro, de buscar exposición.

Y en estos momentos el Valencia no la tiene por cuestiones deportivas y por carecer de jugadores franquicia, arrastrando una crisis reputacional de dimensión FIFA. Que el club lleve 8 años consecutivos firmando contratos de patrocinio a la baja tiene sus porqués.

Hoy en día las pocas veces que se habla del Valencia en el mundo es para repetir lo mismo de siempre, pero apostillando con un "el magnate singapurés les salvó de la ruina".

Por todo ello, el anuncio de la capitalización tiene mucha más relevancia de lo que a simple vista pueda parecer. Por eso, esa exposición pública de Draper trazando líneas maestras esconde más que una mera charla con periodistas. Es un grito al mundo de que las cosas van en serio, de que quieren matar al decrepito Valencia.

Es una pena que en ese punto caliente Mestalla haya desaparecido del mapa. Que se haya roto el idilio transformándose en una nota discordante. Ese ambiente de final de FA Cup, como lo calificó The Guardian el pasado curso, hace más falta que nunca.

Draper no sólo va a tener que construir un relato con el que enfrentarse a la mala fama, sino que además tendrá que levantar en un solar un edificio nuevo. Porque el Valencia, más que vivir a la sombra de Madrid y Barça en una liga con escaso interés, es un club abandonado en cuestiones muy básicas. Con un retraso estructural de 10 años que va desde la venta on-line, penalizada por la ausencia de un socio logístico internacional, lo que encarece por mucho los productos vendidos al extranjero, a ser una institución acostumbrada a la ausencia en los mercados.

No es una tarea sencilla la que tiene por delante el responsable del área. Como no la tuvo ninguno de sus antecesores. La diferencia con el resto es que el nuevo Valencia sí cree en la importancia de mejorar. Por eso al Valencia se le ha puesto relato de Albert Rivera, de novedad atractiva en un fútbol cada vez más polarizado en sus extremos.

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